David B Gil

enero 27, 2022

Muramasa, las katanas malditas prohibidas por los shogunes Tokugawa

Muramasa katanas prohibidas por los Tokugawa

Un viejo dicho reza que la katana es el alma del samurái, un aforismo que hoy día entendemos en sentido figurado: los samuráis eran una casta militar y, por tanto, en sus armas residía su razón de ser. En el Japón antiguo, sin embargo, esta frase tenía un sentido más literal del que imaginamos: se creía que las espadas familiares, que pasaban de padres a hijos durante generaciones, estaban impregnadas por la esencia de cada uno de los guerreros que las habían empuñado. Un buen sable era algo más que un arma, eran piezas muy valiosas a las que se atribuía cualidades místicas y, en ocasiones, sobrenaturales.

Este concepto de la espada como repositorio espiritual está muy presente en la tradición japonesa, encontrando ejemplos tan antiguos como el de la hoja Kusanagi («Segadora de hierba» o «Espada serpiente», dependiendo de la traducción): uno de los tres tesoros imperiales mencionados en el Kojiki, el libro más antiguo conservado sobre la historia de Japón. Según esta crónica mitológica, Kusanagi está imbuida del poder de los kami, siendo capaz de controlar los vientos y convertir a cualquiera que la empuñe en un valeroso guerrero.

Pero si había espadas capaces de proteger a sus propietarios, por lógica debía haber otras en el extremo opuesto del espectro. Hojas magníficas pero malditas, portadoras de desgracias y tormentos, capaces de despertar la sed de sangre de quienes osaran empuñarlas. Y en el acervo cultural japonés, no hay acero que encarne mejor este papel que el forjado por el histórico herrero Muramasa Sengo. Veamos de dónde surge su leyenda negra.

La historia de los herreros Muramasa

De la escuela de forja Muramasa solo sabemos a ciencia cierta que existió, pues sus exquisitas hojas han llegado hasta nuestros días, pero todo lo relativo a su fundador y a los posteriores armeros que heredaron su nombre permanece envuelto por una bruma de misterio. La bella manufactura de sus aceros ha cautivado la atención de los expertos a lo largo de los siglos, pero las conjeturas y aseveraciones de estos coleccionistas, a menudo contradictorias, no hacen sino sembrar más confusión en torno a este herrero y su legado.

Ateniéndonos a los hechos, la hoja Muramasa con inscripción fechada más antigua que se conserva es del año 1 de Bunki (1501), mientras que las últimas están fechadas en la era Tensho (que abarcó desde 1573 a 1591). Esto hace concluir a muchos historiadores que la escuela Muramasa debió prolongarse durante tres generaciones, cuya actividad se concentró en el siglo XVI. Otros estudiosos, sin embargo, destacan que hay sables con la firma Muramasa, pero sin fecha inscrita, cuyo estilo y peculiaridades de fabricación demuestran que su forja es anterior a 1501. Del mismo modo, algunas escuelas de herrería iniciadas por discípulos de Muramasa I recogen su propia fundación a mediados del siglo XV, lo que, necesariamente, implica que Muramasa Sengo ya debía estar activo durante la primera mitad de ese siglo. Como vemos, las fuentes japonesas hacen que, una vez más, resulte complicado discernir la veracidad histórica.

Katana Muramasa samurai    Wakizashi Muramasa samurai
Katana y wakizashi forjadas por Muramasa, exhibidas en el Museo de Kuwana (prefectura de Mie)

Tampoco hay mucha luz en torno a la persona de Muramasa Sengo. Resulta imposible concretar su nacimiento, pero en función a la datación de su obra, se estipula que vivió en algún lapso entre los siglos XV y XVI. Sabemos que desarrolló la mayor parte de su trabajo en la antigua provincia de Ise y que, probablemente, era natural de Kuwana. Algunas fuentes aventuran que era hijo de una monja devota del santo budista Kannon Senju, de quien derivaría su nombre de pila.

Pocas más certezas hay en torno a su figura histórica, pues como veremos a continuación, todas las referencias a ese hipotético carácter obsesivo y atormentado, que le permitió sublimar su obra a cambio de perder la cordura, proceden del folclore popular de siglos posteriores. Y más concretamente, del teatro kabuki.  

 

La maldición de los Tokugawa

La leyenda negra de los sables Muramasa, sin embargo, no surge de la nada, sino que entronca con la historia familiar de uno de los clanes samuráis más poderosos de la historia: los Tokugawa, fundadores del shogunato que gobernó Japón durante más de dos siglos.

Así, en el Tokugawa jikki (libro publicado en 1849 que recoge la historia oficial del clan) se menciona que el propio fundador del shogunato, Tokugawa Ieyasu, declaró malditas todas las armas del herrero de Ise por la larga lista de desgracias que su familia había sufrido a causa de sus filos: el abuelo de Ieyasu fue herido por error con una Muramasa, accidente que le provocó la muerte; Matsudaira Hirotada, padre de Ieyasu, murió apuñalado por una Muramasa blandida por un camarada borracho; y también fue una Muramasa la hoja encargada de decapitar al hijo primogénito de Ieyasu, acusado de conspiración por el propio Oda Nobunaga.

En realidad, el libro se hacía eco de una creencia popular alimentada por los rumores y las obras kabuki del periodo Edo, que describían a Muramasa Sengo como un artesano sublime pero atormentado, forjador de aceros que dotaban de gran poder a quien los empuñaba, pero que exigían a cambio un tributo en sangre. Y mejor si era en sangre Tokugawa. Finalmente, la ficción popular acabó convirtiendo las Muramasa en una especie de símbolo contra el gobierno de los Tokugawa, hasta el punto de que los clanes rivales buscaban estas espadas para portarlas como un desafío hacia el poder establecido.

asesinato con muramasaTríptico de Toyohara Kunichika (s. XIX) en el que se representa el asesinato cometido por el mercader Sano Jirozaemon.
Este crimen real fue popularizado por el teatro kabuki, que difundió la idea de que Sano empuñaba una Muramasa

Aun así, ya hemos visto que la leyenda encierra algo de verdad: muchos miembros de la familia Tokugawa murieron bajo el filo de estos sables. ¿Estamos ante una cruel casualidad o ante una auténtica maldición? Más bien, era una cuestión de probabilidades: el propio clan Tokugawa auspició la escuela Muramasa, dada la excelente calidad de sus aceros y la probada durabilidad de sus filos, de modo que casi todos los samuráis de alto rango del clan usaban estas espadas. Es lógico, por tanto, que en caso de accidente o de kaishaku (decapitación tras suicidio ritual), fuera una Muramasa la que acabara con la vida del malogrado Tokugawa. Se sabe, incluso, que Ieyasu conservó entre sus más valiosas pertenencias armas del célebre herrero, las cuales permanecieron como tesoro familiar del clan Tokugawa durante generaciones, lo que desmentiría la historia de que el propio shogún las declaró malditas.

Tokugawa Ieyasu y Tokugawa HidetadaTokugawa Ieyasu y Tokugawa Hidetada, primer y segundo shogun Tokugawa, a quienes se atribuye la prohibición de los sables Muramasa

 



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Muramasa y la consideración de tesoro nacional

Algunos estudiosos de las artes marciales tradicionales japonesas, como Oscar Ratti o Adele Westbrook, se hacen eco de la leyenda negra que acompaña a estos aceros, llegando a concluir que esta aura supersticiosa ha impedido que las hojas de Muramasa sean declaradas «Tesoros Nacionales de Japón», como sí ha sucedido con los trabajos de otros herreros célebres.

A este respecto, el historiador del arte Antonio Clemente, presidente de la Asociación Española para la Preservación de la Espada Japonesa, apunta que «la mayoría de los tesoros nacionales son piezas que figuran en el Kyōhō Meibutsu Chō, un libro publicado durante el periodo Edo que recoge a los mejores maestros forjadores y las espadas más importantes de la historia de Japón. Al ser una obra de referencia elaborada durante el shogunato Tokugawa, es lógico que no figure ninguna hoja de Muramasa, dadas las implicaciones de estas armas».

Hoja de una katana Muramasa con la firma del herrero en la espiga

En cualquier caso, según el propio Clemente, la aparición en el Kyōhō Meibutsu Chō no es del todo imprescindible para que un sable obtenga la catalogación oficial de tesoro nacional. Por motivos de calidad e importancia, son varias las piezas que han cambiado su estatus de jūyō bunkazai («bien cultural importante») y han sido declaradas kokuhō («tesoro nacional»). Según este experto, «las cuestiones supersticiosas se entienden superadas a día de hoy, por lo que no creo que en la actualidad fuesen motivo para impedir que una espada obtenga dicho estatus si otras características y particularidades lo garantizasen».

 

La leyenda negra de Muramasa en nuestros días

Si algo sabe cualquier estudioso de la Historia, es que el mito y la ficción se popularizan con más facilidad que la realidad histórica. De hecho, no son necesariamente terrenos excluyentes o enfrentados, pues es habitual que el mito transporte en su seno la semilla de los hechos, del mismo modo que la ficción tiene la virtud de despertar vocaciones e intereses que conducen a la investigación académica.

En el caso de Muramasa, su leyenda es tan poderosa que ha sobrevivido hasta nuestros días, estando presente en multitud de obras de ficción contemporáneas. No solo la encontramos en mangas, películas y videojuegos japoneses (por ejemplo, Muramasa: The demon blade, de Vanillaware), sino que también la hallamos referida en la cultura pop occidental, siendo, por ejemplo, un arma recurrente en los cómics de Marvel.

juego Muramasa: The demon blade.Daisho Muramasa representada en el juego Muramasa: The demon blade.

En conclusión, ya sabéis qué esperar cuando una espada con el nombre Muramasa aparece en cualquier obra de ficción: problemas para el protagonista, sobre todo si es él quien la empuña. Un claro ejemplo de cómo la realidad transformada por el mito es capaz de trascender el tiempo y los países. 

 

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2 Comentarios

  1. Santiago

    Perfectamente explicado. Me ha encantado el texto. Había un montón de información que no situaba, ahora me he quedado con ganas de más

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    • Takeshi Hirano

      David es un gran escritor, además de una fuente inacabable de conocimiento, sus artículos son una gozada 🙂

      Responder

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