David B Gil

junio 4, 2021

Murasaki Shikibu, la cortesana de Kioto que escribió la primera novela de la historia

Murasaki Shikibu

Murasaki Shikibu (974?-1014?) fue una cortesana del periodo Heian, hija de un funcionario imperial amante de la literatura y nieta del célebre poeta Fujiwara no Kanesuke. De su pluma se desprendió una importante obra poética, un diario personal y el que fuera su gran legado: Genji monogatari (La historia de Genji), una obra desarrollada a lo largo de 54 rollos considerada pilar fundamental de la cultura japonesa y primera novela moderna de la Historia.

¿Fue Murasaki un caso excepcional o formaba parte de una tradición intelectual femenina? ¿Es realmente el Genji monogatari una obra pionera de la literaria universal? Vamos a intentar explicarlo en este artículo.

Genji monogatari: la novela que se adelantó a su tiempo

Afirmar que la obra de Murasaki Shikibu inauguró la novela moderna sigue siendo un asunto controvertido, sobre todo en Occidente, donde muchos autores se remiten al mundo clásico para fijar el origen de la novela. Así, se citan obras como el Satiricón, de Petronio (siglo I d.C.), o La metamorfosis, de Apuleyo (siglo II d.C.), como obras fundacionales del género.

Y si bien es cierto que estas y otras coetáneas son las precursoras de lo que más adelante se denominaría novela, no reunían muchas de las características que se atribuyen a dicho género. Por ejemplo, toda o gran parte de ellas estaban escritas en verso, no en prosa; tampoco presentaban la sofisticación en el desarrollo de personajes, uso del lenguaje o estructura de las tramas que comenzarían a reunir las novelas a partir de la Edad Media, época en la que muchos teóricos fijan el verdadero origen del género novelesco. Acogiéndose a este criterio, la Biblioteca Mundial de la UNESCO ha calificado Genji monogatari como la primera novela de la Historia.

Pero más allá de su carácter pionero, ¿cuál es La historia de Genji? ¿Qué nos cuenta Murasaki Shikibu en sus 54 capítulos? La novela narra las aventuras y amoríos de Hikaru Genji, un joven hermoso y cautivador, hijo del emperador con una de sus concubinas que, sin embargo, vive apartado de la familia imperial. Su posición privilegiada, exenta de las obligaciones y protocolos de la alta nobleza, le permiten entregarse a una vida frívola llena de romances, siempre en busca de la compañera ideal. A través de las experiencias del protagonista y sus descendientes, la autora no solo hace un retrato vívido y perspicaz del estilo de vida de la nobleza en la capital imperial, sino que ofrece una visión crítica de este universo de privilegios, ajeno a las miserias del pueblo llano.

Grabado Genji monogatariGrabado sobre uno de los primeros pasajes de Genji monogatari, por Utagawa Kunisada y Utagawa Hiroshige (1853)

Murasaki despliega en su narrativa un estilo lírico, de gran belleza formal; muestra una sorprendente fluidez al transitar entre distintos tonos y “subgéneros”, mezclando el drama con elementos de comedia, describiendo la vida política de la corte en ciertos capítulos, o introduciendo elementos sobrenaturales en otros.

Su protagonista, así mismo, está dotado de una gran profundidad y controversia, de modo que sus romances rompen con muchos tabúes de la época: desde el amor que siente hacia su madrastra, a la que acaba seduciendo, hasta su relación con una anciana de la corte. No solo Hikaru Genji se nos muestra vivo y complejo; el gran elenco de personajes secundarios de la obra, memorables y bien definidos, nos habla de una escritora sagaz a la hora de retratar la naturaleza humana y capaz de adelantar muchos de los recursos narrativos y estilísticos que caracterizarían a la novela en siglos posteriores.

Todo esto hace que Genji monogatari sea considerada una obra fundacional de la literatura japonesa, epítome de muchos de los valores estéticos de la cultura y la sensibilidad nipona, especialmente del mono no aware (物の哀れ). El término, que se puede traducir como «empatía hacia las cosas», fue acuñado en el siglo XVIII por el literato Motoori Norinaga en su ensayo, precisamente, sobre el Genji monogatari. Con este concepto un tanto abstracto, Norinaga intentaba definir la capacidad humana de conmoverse ante la belleza, especialmente ante aquella belleza efímera, como la de la juventud o los cerezos en flor, que suscitan al mismo tiempo una cierta melancolía. Un sentimiento con el que nuestro protagonista, Hikaru Genji, acaba estando muy familiarizado al final de sus días.

Estatua de Murasaki ShikibuEstatua de Murasaki Shikibu junto al río Uji, sosteniendo el manuscrito de Genji monogatari

Heian, la capital de la literatura femenina

En el año 794, el emperador Kanmu ordenó la construcción de una nueva capital a la que bautizó como Heiankyō («capital de la paz y tranquilidad»), trasladando allí su corte en un intento de huir del ambiente opresivo que se respiraba en la antigua capital, Nara, donde las sectas budistas habían acumulado tal poder que se inmiscuían sin recato en asuntos de gobierno.

Heian nacía, por tanto, con una aspiración rupturista: era el símbolo de una nueva era que debía ser más luminosa y espléndida, el hogar definitivo donde prosperara la familia imperial. Aspiración que terminó por verse corroborada, pues Heian, hoy día llamada Kioto, fue la capital de Japón durante muchos siglos y sigue albergando uno de los dos palacios imperiales (aunque la residencia permanente del tennō se halle en Tokio).

Da comienzo de este modo el periodo Heian (795-1185), que se caracterizó por el desarrollo de una cultura y una estética genuinamente niponas, a diferencia del periodo Nara y anteriores, donde Japón aún se esforzaba por remedar los usos políticos y artísticos de China. La nueva capital dio a luz a una sofisticada cultura cortesana donde el cultivo de las letras y las bellas artes no era un mero adorno, sino una auténtica medida de la valía personal del individuo, capaz de marcar su posición dentro de la corte y el devenir de su familia. No había noble o guerrero que no se entregara a la práctica de la poesía o la caligrafía, pero eran las mujeres quienes se hallaban a la vanguardia estética e intelectual.

Retrato de Murasaki ShikibuRetrato de Murasaki Shikibu, por el pintor Tosa Mitsuoki

¿Por qué eran las cortesanas quienes marcaban el paso cultural en la capital imperial? La explicación se encuentra en la forma en que se forjaban las relaciones de poder dentro de la corte. Las familias mejor posicionadas intentaban desposar a sus hijas con miembros de la alta nobleza o de la familia imperial, de modo que su cuota de poder e influencia creciera. Para optar a los mejores matrimonios, las jóvenes de la nobleza recibían una educación formidable en literatura, arte, política y protocolo. Para ello se las rodeaba de un amplísimo séquito de mujeres que destacaban en distintas disciplinas, hijas de la baja y media nobleza cuyo prestigio residía en una larga tradición familiar en cualquiera de las artes valoradas por la corte imperial.

Se formó así un microcosmos femenino compuesto por mujeres de una gran formación artística e intelectual, cuya vida consistía esencialmente en cultivar al extremo sus talentos y habilidades. No es de extrañar, por tanto, que fueran las mujeres de la corte de Heian las primeras en desarrollar un sistema de escritura genuinamente japonés: el silabario hiragana, mientras que los hombres solo podían expresarse por escrito en chino antiguo. Por supuesto, el hiragana terminaría por ser asimilado también por los hombres, aunque en los orígenes se diera la peculiar situación de que algunos literatos masculinos se vieran obligados a firmar con nombres de mujer para poder emplearlo.

Otra consecuencia de esta preeminencia cultural femenina es que la mayoría de grandes obras literarias del periodo fueron escritas por mujeres, como es el caso de El libro de la almohada, de Sei Shōnagon, de los diarios cortesanos como el Kagerō nikki, de gran parte de la producción poética o del propio Genji monogatari.

 



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Murasaki Shikibu, primera novelista de la Historia

Sobre Murasaki Shikibu se tienen bastantes certezas, pero una de ellas no es su auténtico nombre. Firmó su obra con pseudónimo, como era costumbre en el Japón de la época, y se cree que Murasaki («violeta») hacía referencia al color que habitualmente vestía, mientras que Shikibu fue el cargo funcionarial que su padre ostentó durante años, antes de ser nombrado gobernador de Echizen.

Esto no quiere decir que fuera una escritora anónima. Más bien al contrario, en Heiankyō se tenía muy en cuenta que aquella joven era la autora de los primeros capítulos difundidos de Genji monogatari, cuyo éxito entre la nobleza le abrió las puertas de la corte imperial.

Película Genji Monogatari Imagen de la película Genji Monogatari – Sennen no Nazo (Toho)

Para entender el papel que jugó la escritora en la corte, es necesario poner al lector en antecedentes. En los años en que Shikibu escribió su obra (sabemos por su diario personal que ya en 1008 estaba inmersa en ello), la corte estaba dividida en dos camarillas a consecuencia de la indeterminación del emperador Ichijō entre sus dos esposas. Lo normal es que el poder y título de emperatriz recayera sobre la primera esposa, Teishi, pero la ascendencia familiar de su segunda esposa, Shōshi, permitió que esta reclamara el mismo rango y privilegios que la emperatriz Teishi.

La situación se tradujo en la existencia de dos cortes paralelas que competían en todos los ámbitos, no siendo el menor de ellos el literario. De esta forma, Murasaki entró al servicio de la segunda emperatriz Shōshi, convirtiéndose en su «campeona literaria» merced no solo al éxito de los capítulos que iba escribiendo de Genji monogatari, también por sus sugerentes poemas o la agudeza de sus observaciones. Por su parte, la máxima representante literaria de la corte de Teishi era nada menos que Sei Shōnagon, autora del El libro de la almohada, una colección de ensayos en los que Shōnagon retrató de forma elegante (y no exenta de mordacidad) la corte imperial de la época, además de definir los parámetros estéticos y artísticos por los que se regirían gran parte de la nobleza.

Entre ambas mujeres se establecería una rivalidad intelectual (y quizás también personal, por lo que se deduce de algunos comentarios en el diario privado de Murasaki), que no haría sino elevar la calidad de su producción literaria y popularizar aún más sus trabajos, cuya trascendencia e influencia sigue siendo palpable más de mil años después.

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